martes, 30 de abril de 2013

Flores de Cadavedo


En Cadavedo gustan mucho las flores, y si el título de Villa de las flores de Asturias estuviera acuñado, a este pueblo le correspondería por mérito propio, por la espelendidez con la que se derrochan aquí en sus jardines y veredas toda clase de matas.
Resulta inconcebible una casa sin su macizo de flores a la entrada. La afición por las flores es como la evolución refinada de la cultura del campo, ahora que la agricultura ha decaido y abundan los terrenos sin labrar convertidos en verdes praderas.
Se cultiva menos maíz o judias, pero la mano del agricultor no ha parado quieta y continua plantando semillas de  flores y bulbos, impulsado por su inercia germinadora.
Caléndulas,tagetes, lirios,alhelíes vallotas,agapantos, ipomeas,aloes, margaritas, azaleas. Algunas de estas especies han desbordado los limites de los jardines domésticos y se han asilvestrado a su manera, saltando a los caminos para saludar más de cerca a los paseantes.
Este es un clima benévolo y siempre que se pongan a resguardo de un muro o un seto alto las palmeras, los limoneros o las buganvillas se dan espléndidamente alcanzando soberbios tamaños.
Camelias, cqalas y hortensias también está omnipresente en jardines y parterres, incluso en terrenos abiertos, tiñendo con sus rojos botones los inviernos.
Salir de paseo por Cadavedo tiene el aliciente de transitar por un mundo de flores. Una evocación reservada solo para las páginas de los cuentos.



























domingo, 21 de abril de 2013

La cabaña de Luis


Paseando por los montes de Cadavedo, se encuentra uno con una entrañable cabañita de madera, como esas que se veían en las peliculas ambientadas en el delta del Misisipi, donde un bluesman toca en solitario su armónica, mientras la brisa mece suavemente la hierba.
Esta cabaña, exhibe en el exterior un cartel enmarcado que invita a ser leido, y que más o menos viene a decir que el cansado caminante queda autorizado por su dueño a recuperar el resuello y a sentarse en su porche y en la hamaca amarilla, con la sola condición de que sea respetuoso con el lugar y lo deje todo en el cuidado estado en que se lo encontró a su llegada.
El cartel resume el generoso concepto que tiene de las cosas Luis, su propietario, un ciudadano de Oviedo, que ama Cadavedo. Que  ha imitado sin proponerselo a esos escritores y poetas romanticos como Walt Wihtman, David Thoreau, Bernard Shaw o Dylan Thomas, que  también construian cabañas y pasaban mucho tiempo en ellas a pesar de tener casas bonitas y confortables, porque les agradaba disfrutar de un tiempo de soledad para pensar , para leer,  para cortar leña, o excabar una fuente, actividades que les permitian extraer el goce natural de la vida, y disfrutar intensamente de la naturaleza de la manera más sencilla posible, sin apenas artilugios.
La cabaña de Luis, fué constriuida por su propietario hace varios lustros, pero el tiempo no pasa por ella, o mejor dicho la sencillez de sus materiales la convierte en un rincón más interesante cada día.



sábado, 20 de abril de 2013

Casonas Indianas de Cadavedo




Los indianos, modestos emigrantes, hicieron algunos de ellos inmensas fortunas. En Cuba, Méjico,   Argentina, ó Uruguay, estos hombres de extracción muy pobre, en la mayoria de los casos, demostraron una audacia y un olfato especial para los negocios.
Montaron cafetales, secadores de tabaco, ferreterias, telares  y colmados, y a costa de entregar su vida por entero al negocio, incluso instalando su colchón bajo el mostrador de la tienda de ultramarinos,coleccionaron peso a peso un capital que de regreso a sus pueblos, emplearon en construir fabulosos palacetes  y obras sociales como asilos, escuelas o lavaderos públicos , que levantaron como símbolo de su nuevo estatus.
Cadavedo posee algunos ejemplos de esta arquitectura caprichosa, algunas de ellas como Casa Hilda, toda blanca como un merengue,  está a la venta. 
Otras son, como la Casa Roja, un hotel con encanto. En otros casos como el conocido Chalet de Juan Cantón, son habitadas por sus privilegiados propietarios, que las conservan impecablemente.

La llamada" Casa Roja", que hoy es el hotel que lleva ese nombre, fué construida en 1.899 para D. Leandro Pérez a su vuelta de Uruguay (en la foto con su esposa Carmen y dos de sus hijos), país donde hizo fortuna en negocios de ganado. La casa debe su nombre al color de su fachada, donde destacan sus galerías de madera pintada de blanco que proporcionan unas vistas muy bellas. Esta casona es también gemela de otra de semejantes caracteristicas, construida en la misma fecha por su primo, también emigrante a Uruguay, Juan Rodriguez.
La Casa Roja, fué adquirida por el matrimonio de Oviedo, con ancestros en Cadavedo, Angeles Méndez y Alberto Fernández, quienes se la compraron a las últimas moradoras de la vivienda en 1999.
La Casa de 330 metros con jardín de 1.800 mts, se alquilaba al principio para veraneantes como alojamiento rural. Pero sus dueños dieron el paso de convertirla en Hotel como forma de acceder a las ayudas del Plan Leader de la Unión Europea, que ponían como condición que fuera establecimiento hotelero con un baño en cada habitación.
Emprendedores amantes de las construcciones antiguas y de los paisajes asturianos, ya habían realizado otra intentona de crear un alojamiento rural proponiendo al Ayuntamiento de Valdés la adquisición de unas viejas y deterioradas escuelas de la República, situadas en el incomparable paraje de Silvamayor, en zona de Brañas. Pero la lenta respuesta del Ayuntamiento en ese momento, les obligó a abandonar el proyecto, centrandose finalmente en la adquisición de la Casa Roja.
Las casonas antiguas suelen venderse con sus utensilios y recuerdos, y hasta con sus fantasmas si estos las poblaran. Pero del mobiliario original de  la casa Roja, poco quedó "pues los muchos herederos", se lo llevaron casi todo. Algún cabecero o alhacena de madera pudo ser recuperado y ha podido adaptarse con éxito en el comedor o algunas habitaciones.
La decoración de la casa Roja, no peca por eso de pesada o ampulosa, ni sus muebles intimidan como pasa con las antigüedades barrocas. Las siete estancias, dos de ellas dobles están decoradas con gusto, sobriamente, buscando la convivencia de algún mueble de anticuario con soluciones funcionales.
Una veranda o pabellón acristalado hace las veces de espacio para desayunos y comedor, con el fragante abrazo de las especies del jardín, que se divisan por sus ventanales.
La clientela de la Casa Roja es fundamentalmente extranjera, ingleses, alemanes, franceses, que tienen una cultura desarrollada de turismo de naturaleza y valoran estos lugares especiales, junto con visitantes urbanitas de las grandes ciudades españolas, sobre todo de Madrid, que en algunos casos se han convertido en amigos de la casa. Se trata de  familias al completo que repiten sus estancias año tras año en verano, Navidad o Semana Santa.
 
Para los amantes de las casas indianas, recomiendo con entusiasmo el muy completo blog
Y el libro publicado por la editorial Antonio Machado, " Indianos la gran aventura" de Anneli Bojstad y Eduardo Mencos de quierenes son también los textos y fotografias















viernes, 19 de abril de 2013

Torre de Villademoros


Andando por los bosques que unen Cadavedo con Villademoros, que nos  recuerdan al bandido Fendetestas, el personaje de "El Bosque Animado ", se puede llegar hasta la torre medieval de Villademoros. Un imponente monumento de la baja edad media restaurado en el año 2000 como incomparable escenario para el descanso y el turismo de naturaleza.
Manolo Santullano, 43 años, propietario y director del Hotel Rural Torre de Villademoros, ya jugaba de pequeño junto a esta torre medieval, cuando deshabitada por sus tradicionales propietarios no era más que una ruina espléndida, que se resistía a la devastación del tiempo, gracias a su gallarda estructura de cuarcita.
Cuando tiempo después, siendo ya un joven cientifico,  la ocasión le brindó la oportunidad de adquirirla, así como la casa solariega del siglo XVIII del linaje de los  Peláez, que formaba conjunto arquitectónico con la torre, ni se lo pensó dos veces. Aprovechando la coyuntura favorable de unos fondos Leader recién creados para favorecer la innovación en el entorno rural europeo , allá que se lanzó, con una mezcla de intuición y devoción por su tierra .
Fué un caso de enamoramiento, y se puede decir que Manolo se hizo hotelero por amor a una casa. Dejó su oficio de biólogo y aliado con su padre y hermano como socios capitalistas restauraron esta colosal fortaleza medieval de más de doce metros de alta, que más que defensiva fué siempre torre señorial habitada desde el siglo XV.
Así las cosas, se convirtieron en pioneros del turismo rural en la zona Occidental de Asturias, cuando pocas opciones había en este tipo de oferta, además de Villa Argentina en Luarca, un palacete indiano erigido a finales de 1800 por los legendarios Pachorros, rehabilitado con similares propósitos.
La Torre de Villademoros, es un enclave privilegiado para la contemplación de toda la rasa Cantábrica, en el centro geográfico de la comarca de Entrecabos, paisaje natural protegido que se extiende entre los cabos Vidio y Busto, de playas bravas y espectaculares acantilados.
La instalación, con 10 sobrias pero acogedoras habitaciones dobles, forma parte del circuito de Casonas Asturianas con encanto, y de la red Rusticae, del que forman parte enclaves distinguidos del entorno rural  nacional.
Cuando se le pregunta a Manolo el propietario de la Torrre, que cree que le falta a Asturias para alcanzar el nivel que se merece en el turismo de naturaleza, nos brinda la fórmula al instante:. " El cliente nacional o extranjero, que se desplaza hasta  aquí, reclama por encima de todo  tranquilidad y un entorno cuidado. Que los caminos sean accesibles para bicicleta o senderismo, que el bosque esté protegido , que las playas estén limpias, que no haya ruidos perturbadores, que la acogida sea hospitalaria y la oferta gastronómica sea de calidad. Son cosas que nosotros podemos ofrecer. Pero se echa de menos un mayor compromiso de los poderes públicos en el cuidado del entorno”.
"EL camino hasta las playas de Quintana estaba intransitable, y nos hemos tenido que encargar nosotros de desbrozarlo, para que nuestros clientes y otros paseantes puedan frecuentarlo. Son las cosas que debería hacer un Ayuntamiento; para eso se pagan impuestos"...
Abandonamos este sitio con la grata sensación de haber disfrutado unos instantes de un lugar especial.
Echamos un último vistazo a la torre y le encontramos un cierto parecido con el rostro de un  caballero medieval que nos guiña sus pequeños ojillos a modo de ventanas...